Carta de uno de los presos de Guantánamo en Uruguay: promete brindar "buena voluntad"

Abdelhadi Omar Faraj, uno de los seis reclusos que llegaron a Montevideo, emitió un comunicado a través de su abogado. También relata parte de su historia previa a ser detenido. Lea la misiva completa

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 AFP 163
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Después de varias idas y vueltas, este domingo llegaron a Uruguay los seis presos de Guantánamo que el gobierno de José Mujica se había comprometido a recibir. Pocas horas después de haber arribado a Montevideo, uno de los ahora ex reclusos envió una carta al diario local El País, través de su abogado.

Se trata de Abdelhadi Omar Faraj, quien por medio de la carta se compromete, junto a sus cinco compañeros, a brindar "solo buena voluntad" durante su estadía.

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En la misma da cuenta de sus orígenes en Siria, sus viajes a Irán y Afganistán en busca de trabajo, su huida a Pakistán, su arresto y entrega a militares norteamericanos para luego ser trasladado a Guantánamo, donde arribó el 8 de junio de 2002.

Faraj también tuvo palabras de agradecimiento para el presidente Mujica, a quien agradeció por su "acto de noble solidaridad" y por "su compromiso de tratarnos como seres humanos plenos, en vez de actuar como otro carcelero".

A continuación, el texto completo del recluso identificado con el número 329 en Guantánamo.

"Mi nombre es Abdelhadi Omar Faraj. Por los últimos 12 años también he sido conocido como prisionero número 329 en Guantánamo. Y soy uno de los hombres recién llegados como refugiados en Uruguay desde esa horrible prisión.

Estoy seguro que muchos uruguayos sienten curiosidad por mí y por los otros hombres, así que quiero dirigir esta carta directamente al pueblo de Uruguay, en el espíritu de apertura y de la amistad que nos han mostrado.

Yo nací en Siria en una familia grande, con un hermano y cinco hermanas. Aunque éramos de recursos modestos, yo recuerdo una niñez feliz, pasando días nadando en el río cerca de mi hogar.


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Deje la escuela después del sexto grado para trabajar, primero como mecánico y después como carnicero. Cuando tenía 19 años viajé a Irán en busca de trabajo y para evitar el servicio militar obligatorio de dos años en Siria.

Trabajé en una carnicería en Teherán por alrededor de dos meses, pero no me gustó Irán. Fue entonces que yo me fui para Afganistán donde me dijeron que encontraría empleo y un mayor sentido de comunidad. Mientras estuve en Afganistán, trabajé en una tienda local de comestibles.

Cuando la guerra en Afganistán estalló a fines de 2001, yo temía que una de las partes beligerantes, la Alianza del Norte, me mataría por ser árabe. Huí por tierra a Pakistán.

Cuando llegué a la frontera con Pakistán, fui detenido por soldados paquistaníes. Dentro de un día me entregaron a miembros del ejército estadounidense a cambio de una recompensa. Por un período de seis meses, los americanos me encarcelaron en Kandahar, Afganistán, en condiciones infrahumanas. Fui interrogado sin cesar, severamente, y no me permitieron bañarme.

Luego, el 8 de junio de 2002, guardias estadounidenses me vistieron en un overol de color naranjado y zapatos naranjados, guantes gruesos para quitar cualquier sentido de tacto, orejeras a prueba de sonido, gafas opacas y una máscara quirúrgica, y me encadenaron dentro de un avión. Una vez a bordo, ellos me dieron una inyección sin mi consentimiento, que me durmió y me mantuvo letárgico y mareado por muchos días. Ese avión aterrizó en la Bahía de Guantánamo, Cuba.

Por 12 años los Estados Unidos me encarcelaron en Cuba frecuentemente en condiciones crueles, sin cargos, juicio o proceso justo. En 2009, un equipo de gobierno de los Estados Unidos incluyendo a representantes de los militares, el FBI y la CIA revisó mi expediente y determinó de forma unánime que yo debería ser liberado de Guantánamo. Sin embargo, yo permanecí 5 años más en esa prisión desesperante ya que mi propio país, Siria, se hundía en una sangrienta guerra civil, haciendo que mi repatriación allí fuera imposible.

Si no hubiera sido por Uruguay, hoy aún estaría en ese agujero negro en Cuba. No tengo palabras para expresar lo agradecido que estoy por la confianza inmensa que ustedes, el pueblo uruguayo, han puesto en mí y en los otros prisioneros en abrirnos las puertas a su país. No podemos agradecerles lo suficiente por recibirnos en su país.

También deseo agradecer personalmente al Presidente José Mujica por su acto noble de solidaridad con nosotros y por su compromiso a tratarnos como seres humanos plenos, en vez de actuar como otro carcelero.

En cuanto a mí y los otros prisioneros, deseo asegurarle a todos los uruguayos, incluyendo el gobierno uruguayo, que brindaremos solo buena voluntad y contribuciones positivas a Uruguay mientras aprendemos Español y rehacemos nuestras vidas aquí.

Yo también aprecio profundamente la iniciativa humanitaria emprendida por la Embajadora de los Estados Unidos en Uruguay, Julissa Reynoso, en hacer nuestro reasentamiento aquí posible.

He seguido durante mucho tiempo a la Celeste y tenia la esperanza de echarle porras desde Uruguay durante esta última Copa Mundial. Aunque esto no resultó posible, ¡espero poder seguir sus logros con el pueblo uruguayo en la próxima Copa América!

(Carta de Abdelhadi Omar Faraj, según dictado a su abogado, Ramzi Kassem).

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